Arte
Carlos Páez Vilaró, 100 años de un rioplatense
Carlos Páez Vilaró: Cien Años de un Artista Rioplatense
Por Patricia Pitaluga
En un emotivo tributo al centenario del ilustre pintor Carlos Páez Vilaró, se inauguró una exhibición especial en Buenos Aires, específicamente en la Colección Fortabat. Esta exposición rinde homenaje a la vida y obra de Páez Vilaró, un artista multifacético que dejó una huella profunda como creador de Casa Pueblo y como un vínculo artístico entre Argentina y Uruguay.
En la inauguración de esta muestra, que cuenta con el apoyo de la Embajada de Uruguay, destacaron la presencia de Agó, Sebastián y Florencio Páez Vilaró, hijos del artista. También asistieron el embajador de Uruguay, Carlos Enciso Christiansen, y el embajador de Marruecos, Fares Yassir, quienes se sumaron a este homenaje a un hombre que celebró siempre la vida.
La muestra estará abierta al público hasta el 8 de octubre en la Colección Amalita, ubicada en Puerto Madero, y conmueve a quienes la visitan con la profunda trayectoria de Páez Vilaró. Además de ser un pintor notable, Carlos Páez Vilaró (1923-2014) también destacó como ceramista, escultor, muralista, director, escritor, compositor y hasta constructor. La exhibición presenta dieciocho cuadros y dos esculturas provenientes de colecciones privadas y de la propia familia del artista.
Uno de los aspectos más notables de esta exhibición es la evolución de Páez Vilaró a lo largo de su carrera artística. Sus primeras obras reflejan la negritud y el candombe uruguayo en colores tierra y rosa viejo, inspirados en su vida en el conventillo Mediomundo, donde tenía su estudio. Estas obras emanan una frescura única y evocan la energía del lugar.
Sin embargo, a medida que avanzaba su carrera, su estilo se transformó. Sus obras se volvieron más abstractas, con líneas rectas, planos distorsionados y figuras facetadas, mostrando influencias cubistas. Esta evolución artística se puede apreciar en obras como "Homenaje a Buenos Aires", que representa elementos icónicos de la ciudad.
La exposición también incluye obras contemporáneas donde Páez Vilaró exploró temas como el ciclismo, los bares, las celebraciones populares y el colorido del candombe. Su pasión por Boca Juniors, el equipo de fútbol más popular de Argentina, se refleja en una obra titulada "Boca, una pasión".
Además de las pinturas, la exhibición presenta una vitrina con objetos personales, cartas de figuras destacadas como Astor Piazzolla, China Zorrilla y Jorge Luis Borges, así como folletos de exposiciones y libros publicados por el propio Páez Vilaró.
Carlos Páez Vilaró, nacido en Montevideo en 1923, llevó una vida itinerante que lo llevó desde Uruguay a Argentina, donde trabajó en Barracas antes de regresar a Uruguay para dedicarse al arte. Si bien se consideraba uruguayo de corazón, siempre reconoció la influencia significativa que Argentina tuvo en su vida y obra.
Esta exhibición, titulada "100 años de un rioplatense", conecta dos momentos cruciales en la carrera de Páez Vilaró: su primera exposición en 1955 en Buenos Aires y su última muestra en el Museo Arte Tigre en 2013, un año antes de su fallecimiento a los 90 años. Esta retrospectiva demuestra el impacto duradero que tuvo en la escena artística rioplatense y su dedicación a la celebración de la vida a través del arte.
María Dezuliani, curaduría de la muestra.
Agó Páez Vilaró compartió sus emociones durante la inauguración de la exposición con estas palabras conmovedoras: "Fui bendecida por vivir 59 años junto a mi padre, lo que me permitió conocer todas las etapas de su carrera artística. Los cuadros más antiguos tienen un significado especial para mí, ya que me transportan a mi infancia. Solía adentrarme en su taller y tomar prestados sus pinceles. Aprendí no solo sobre el arte, sino también sobre la profundidad del ser humano", expresó con emoción.
El Museo Taller de Casapueblo se siente honrado con la invitación de la Fundación Fortabat para rendir homenaje al maestro Carlos Páez Vilaró en el centenario de su nacimiento.Gracias al aporte de coleccionistas hoy podemos exhibir estas obras. Varias de ellas integraron su primera exposición, que curiosamente fue en Buenos Aires, en la galería Wildenstein en julio de 7955.
Seis meses atrás Carlos Páez Vilaró se encontraba en el conventillo Mediomundo de Montevideo, y recibió la visita de Lupo Stein, enviado de la galería, para inspeccionar su trabajo, que según le habían comentado, pintaba escenas cotidianas de la negritud. El taller era una habitación llamada Yacumenza donde se guardaban los tambores.
El joven Páez Vilaró empezó a mostrar sus obras, referidas al candombe y a todo lo que ocurría en el conventillo. Sus óleos tenían la frescura de la inmediatez, él era partícipe de reuniones, testigo de costumbres y ceremonias. Esa visita lo animó a preparar 50 cuadros, 30 dibujos y 20 cerámicas.
Al ocuparse del montaje, se encontró con el maestro Raúl Soldi que terminaba de exponer. Páez Vilaró lo tomó como una señal de buen augurio y no quiso mover los clavos de lugar. Para sorpresa de todos, la mayoría de las obras se vendieron el día de la inauguración.
Estos cuadros nos transportan a sus comienzos. Inicialmente siguiendo los pasos de Pedro Figari y luego motivado por Pablo Picasso, plasmando un aire cubista en sus óleos, después de haberlo conocido en Francia.
Después de su etapa inicial, Páez Vilaró partió hacia Bahía y tiempo después aterrizó en África con su maleta de pintor. Se convirtió en una aspiradora, tomando lo que más le impresionaba de las distintas culturas para transformarlo y volcarlo en sus obras. Así recorrió el mundo y montó sus talleres por donde anduvo. Las cajas que vemos atrapando collages, son testimonios de sus días en Nueva York, donde se dedicaba a juntar piezas, engranajes, objetos en desuso, para encajonar sus ideas detrás de un cristal.
Esta serie se continuó en Casapueblo, su taller de Uruguay. En su larga trayectoria de más de 60 años, integró los colores planos, las paletas vibrantes y utilizó números y letras, producto de su paso por las imprentas en Avellaneda. Se animó a quebrar las perspectivas, a jugar con líneas en distintos planos y a rematar las figuras con filetes. Los grafismos que aparecen en sus obras son producto del contacto con el arte africano.
Fue un gran comunicador y publicista. Le interesaba retratar reuniones sociales, festejos y marchas, tentado por las grandes dimensiones.
Al observar estas piezas se puede sentir el bullicio, los temblores y los latidos de sus personajes.
Sus últimos trabajos realizados en Argentina fueron exhibidos en junio de 2013 en el Museo de Arte Tigre. Como despedida, homenajeó al color blanco, disparador inicial que lo tentaba a atacar el bastidor. En esta ocasión quiso darle al blanco la importancia de provocar la creación, y en cada tela agrupó en una frase selvática, onírica y teatral, todo aquello que lo motivaba, pero dejando el fondo inmaculado.
Páez Vilaró definió a esta serie como un remate final, creando un laberinto de color con toda la energía y amor por la vida, a sus jóvenes 90 años.
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