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Amor LGBT+ si, Sexo LGBT+ no


Opinión: A los homofóbicos no les importa el amor. A lo que se oponen es al sexo.

Opinión de Brian Broome

Brian Broome es el autor de ‘Punch Me Up to the Gods’.

Todos los años, durante el mes del orgullo LGBT+, me tomo un momento para ver a personas con buenas intenciones publicar su apoyo a las causas LGBT+. Observo cómo las redes sociales se inundan de arcoíris y eslóganes. Esos eslóganes van desde los desafiantes (“Estamos aquí, somos queer, acostúmbrate”) a los humorísticos (“Ser gay es como la escarcha. Nunca desaparece”). Sin embargo, el eslogan que siempre capta mi atención es uno muy simple, que expresa un hecho sencillo.

“Amor es amor”.

Una de las primeras veces que recuerdo haber visto este eslogan fue en una de mis primeras marchas del orgullo. Estaba adornado con colores vivos en el pecho de una mujer de mediana edad que marchaba en apoyo a su hija. Me reconfortó verlo. La esencia del mensaje me pareció completamente cierta. El amor es, de hecho, solo amor, sin importar quién lo dé o lo reciba.

Pero a medida que me he hecho más viejo y —espero— más sabio, he llegado a concluir que este mensaje, en sí mismo, oculta el problema real de lo que las personas protestan cuando se oponen a las vidas y las libertades de las personas gay. El amor no es el problema. No creo que los homofóbicos se opongan a que parejas del mismo sexo se amen.

No, no es el amor. Es el sexo.

En 1988 sufrí un ataque homofóbico en Akron, Ohio. En ese entonces era ingenuo, joven y me creía invencible, y decidí salir del Interbelt Nite Club y caminar solo de regreso a mi casa. Había logrado entrar con una identificación falsa, y creo que sentí que podía extender mi racha de buena suerte hasta llegar a casa. Los tres hombres que me atacaron parecieron salir de repente de la oscuridad. Me siguieron y me dijeron cosas extrañas y específicamente lascivas sobre mi cuerpo y lo que creían que estaba haciendo con él dentro de la discoteca.

“¿Encontraste un novio esta noche?”.

Caminé más rápido y les grité, pidiéndoles que me dejaran en paz. Eso, al parecer, solo los hizo ser más enérgicos. Percibieron mi petición como una debilidad, y mi debilidad los enfureció.

“¿Estabas ahí toqueteándote con tipos?”.

Cuando decidieron que habían jugado conmigo lo suficiente, dos de ellos me flanquearon mientras otro saltó frente a mí y me golpeó en la cara. Luego se alejaron corriendo, riéndose.

En realidad, no fue un gran “ataque”. Muchos han experimentado cosas peores. Pero pasaron semanas antes de que pudiera volver al Interbelt, con mi identificación falsa en la mano. Y cuando pienso en esa experiencia ahora, yuxtapuesta con el eslogan “Amor es amor”, solo se me viene a la mente una cosa.

A esos hombres no les preocupaba en absoluto a quién amaba. Su atención se había centrado exclusivamente en a quién había tocado.

Eso sí fue un problema para ellos. Un problema tan grande que esperaron afuera de una discoteca gay por una persona a la que pudieran acosar fácilmente y darle una lección sobre a quién podía tocar y a quién no.

Recuerdo estar sentado en el primer banco de mi iglesia cuando era adolescente. Teníamos un predicador incendiario, como muchas iglesias afroestadounidenses suelen tener. Todos los domingos, su voz subía, bajaba y volvía a subir mientras golpeaba su podio con una biblia gruesa e imponente. Un domingo en particular, gritó con todas sus fuerzas:

“¡Hay algo profundamente perverso en un hombre que fornica con otros hombres!”

Nunca podré asegurarlo, pero en ese momento sentí que me había mirado fijamente.

Cuando veo el eslogan “Amor es amor”, no puedo evitar pensar en las formas en que aquellos que pasan su tiempo luchando contra la comunidad queer parecen ignorar el amor que podríamos tener el uno por el otro. Felix Unger y Oscar Madison se amaban. También Laverne y Shirley. Al Estados Unidos heterosexual le encantaba esos programas de televisión. Estuvieron mucho tiempo al aire. Pero nunca se habrían emitido si en esos horrendos apartamentos de la década de 1970 solo hubiera habido una habitación.

Dirigirles el mensaje de “Amor es amor” a las personas que nos condenan es inútil. Lo que no quieren es que nos toquemos. A eso se reduce todo.

Por esta razón creo que los derechos LGBT+ no son una cuestión de amor. Son un asunto de autonomía corporal: el derecho de hacer lo que quieras con tu propio cuerpo, siempre y cuando no le causes daños a los demás. El derecho a adornarlo como quieras, a presentarlo como desees. El derecho a tener intimidad sexual consentida con el adulto de tu elección.

Amor es amor. El amor es hermoso. Y es bien sabido que no hay suficiente amor en el mundo. Pero cuando se trata de eslóganes, “Amor es amor” es un poco engañoso. Me gusta más “Tu cuerpo es tuyo. Punto”.

Extractado por ACERCANDO NACIONES de Washington Post


Por Brian Broome


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